martes, 3 de septiembre de 2013

Rumbo a Tartaria de Robert Kaplan

Robert D. Kaplan, periodista norteamericano, residente en Europa, viajero infatigable, amante de la historia y observador privilegiado es actualmente uno de los mejores escritores de viajes. He leído casi toda su obra publicada en español en la que narra sus viajes, siempre en tren o autobús, contando lo que ve y lo que le cuentan aquellos con quienes habla, muchas veces periodistas, diplomáticos, intelectuales, políticos o simples taxistas. Todo lo que ve lo engarza con maestría y tino con la historia, antigua o reciente, del lugar por lo que son siempre una fuente de información e inspiración de gran importancia.
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Entre sus libros, Rumbo a Tartaria, ocupa un puesto muy especial desde que lo leí en junio de 2001. Este libro que lleva por subtitulo "Un viaje por los Balcanes, Oriente Próximo y el Caucaso", fue escrito en 1999, editado en EEUU en 2000, publicado por Ediciones B en español en marzo 2001, seis meses antes de que unos aviones se estrellaran en los EEUU y lo cambiaran todo. En esta circunstancia casual radica parte de lo original y perspicaz de su visión que ahora, en vísperas de que Occidente se vuelva a equivocar en Siria, adquiere toda la actualidad.
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Por eso he vuelto a releer los capítulos dedicados a Líbano y a una Siria en la que gobernaba Hafez El Assad, padre de Bashar, actual presidente sirio. De este capítulo destaco unas frases que doce años después, como auténticas premoniciones, no tienen desperdicio para entender la actualidad.
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"Había pocos árboles y espacios verdes, pero muchas mezquitas nuevas: con ellas el presidente alauita intentaba aplacar a los fundamentalistas sunnitas a quienes había aplastado a principios de la década de 1980" (pág 153).
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"La clase media de la ciudad [Alepo] se está extinguiendo lentamente, pues mientras las clases inferiores caen en la pobreza, las capas superiores, gracias a sus contactos con el régimen, se enriquecen cada vez más" (pág. 157).
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"Siria no tiene realmente una clase intelectual de la que puedan salir personas que actúen como disidentes o figuras de una transición" (pág. 164).
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"(...) si te dejabas una moneda en un puesto (...) corrían tras de ti para entregártela. La sociedad árabe era un enigma: entre ellos y en la privacidad de sus hogares reinaba la honradez, el civismo, la limpieza, pero ninguno de esos atributos afloraba en la vida y los espacios públicos" (pág. 172).
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"Damasco era más religiosa que en los años setenta y ochenta, a un mismo tiempo más degradada y más rica, con las clases sociales más distanciadas entre sí, como las ciudades de Occidente. Al ver las omnipresentes antenas parabólicas, se podría afirmar que la gente era más consciente de la situación política" (pág. 174).

1 comentario:

Jesús M. Pérez dijo...

Descubrí a Kaplan en la primavera de 2001 con La anarquía que viene. Es uno de esos autores del que me he leído casi todo lo que ha publicado.

Y ya es casualidad que hace poco me planteaba releer Rumbo a Tartaria precisamente con lo patas arriba que está Oriente Medio.