domingo, 29 de septiembre de 2013

La Sidrería en Majadahonda

Buscaba ayer un plan alternativo al haberse cancelado una cena a la que tenía previsto acudir. Me resistí a cambiar el plan y busqué un lugar donde cenar en la mejor compañía posible y buceé en internet en los varios sitios que hay para estas cosas y encontré el que según Tripadvisor es el mejor restaurante de Majadahonda, a unos 20 kilómetros de Madrid, y el 37ª de la Comunidad de Madrid y que se llama La Sidrería. A decir verdad, lo desconocía todo sobre este local y continué investigando hasta dar con su página web que resultó suficientemente informativa como para reservar una mesa para esa misma noche.
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Al llegar, lo primero que sorprende es el tamaño del local, en el que hay poco más de diez mesas. El ambiente es acogedor con una decoración sencilla y cálida, a base de maderas lo que le da un aspecto rústico y una leve idea de su origen asturiano, que incluye un gran barril de sidra, de la que te ofrecen un "culín" nada más entrar.
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La carta, que varía con cierta frecuencia, no es extensa pero sí sugerente y muy elaborada y se combina con una bodega muy correcta y variada a unos precios muy ajustados.
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El equipo de camareros / cocineros, de un trato cercano, amable, respetuoso y verdaderamente útil, te ofrece, y se agradece, un menú de degustación que te permite decantarte por varias opciones a un precio muy competitivo.
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Una vez decidido lo que vas a tomar comienza un verdadero espectáculo del sabor. Las sensaciones se agolpan en el paladar. La presentación de los platos traen desde la cocina el cuidado esmero de quien ama lo que hace.  La ensalada de perdiz o el semifrío de salmorejo constituyen una mezcla de sabores, texturas y temperaturas que sitúan a nuestro gusto en las fronteras de lo conocido. Las setas con alioli de miel son algo sencillamente exquisito. Los pescados son confeccionados con el cuidado y la imaginación precisa para inventarse algo nuevo con algo tan tradicional como el mero o el rape.
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En La Sidrería se degusta lo tradicional y, por tanto, lo que nunca falla, aderezado con la modernidad y el buen gusto de dos jóvenes maestros, sin tener que sufrir el amaneramiento de otros o la ordinariez de lo pretendidamente exclusivo. Apresúrese a ir antes de que les den su primera estrella Michelín, que luego tendrá que esperar.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Paseando por Lovaina

Una feliz circunstancia, que en principio pareció ser una terrible contrariedad e incomodidad, hizo que pasara unos días viviendo en Lovaina, Leuven en flamenco, para asistir a unas aburridísimas y poco útiles reuniones en Bruselas, ciudad gris, desalmada y triste donde las haya.
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Llegué a Lovaina con curiosidad ya que sobre ella lo desconocía casi todo, salvo que es la ciudad universitaria por excelencia de Bélgica y su capital de la cerveza. Una ciudad limpia y con muy poco tráfico urbano, de tamaño medio y con un 50% de población universitaria, lo que hacía que el tiempo que pudiera disfrutar de esta ciudad lo pudiera hacer descubriendo sus rincones y su ambiente; pero también la amabilidad de sus gentes y su infernal tráfico de bicicletas en las que se mueven miles de estudiantes en lo que, aunque obedeciendo a ciertas reglas por mi desconocidas, parece un absoluto caos. Caos en el que se queda uno traspuesto, como le pasó a Ortega en Amterdam hace 80 años, al cruzarse con jóvenes y hermosas muchachas pedaleando con entusiasmo mientras muestran generosamente sus bonitas piernas hasta límites en otros lares vedados.
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Y fue un gran descubrimiento ya que me encontré con una ciudad muy antigua, bien conservada y a la vez juvenil; bulliciosa y a la vez tranquila. Llena de restaurantes y bares de apetecible aspecto que invitan a degustar sus muchas clases de cerveza y sus exquisitos platos.
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Aquí está enterrado San Damián de Molokai, que infunde su generoso y benéfico espíritu a esta ciudad católica y, por ello, alegre. Un lugar, en definitiva donde disfrutar de muchas cosas.
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La biblioteca de la Universidad, que ven en la foto de la derecha, con más de un millón de volúmenes, el Ayuntamiento gótico, que ven a la izquierda en una mala foto nocturna, la Catedral de San Pedro o las típicas viviendas bajas de altos tejados de pizarra hacen que esta ciudad sea muy atractiva y se vean rincones de gran belleza con un respeto a la tradición y una integración arquitectónica digna de encomio.
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Sus alrededores, llenos de fértiles zonas agrícolas y bosques le dan un aspecto pacífico y saludable con el verde como color dominante.
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Si quieren ver Bélgica y disfrutar se sus muchas antiguas ciudades, como el centro de Bruselas, Amberes, Brujas o Gante, no olviden pasar por esta pequeña y deliciosa ciudad a la que siempre querrán volver.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Mis memorias de Miguel Mihura

Miguel Mihura, como autor teatral de obras hilarantes es no sólo bien conocido por mi, sino, además es uno de mis autores favoritos y del que guardo un magnífico recuerdo de cuando, de niño (y no tan niño) me tronchaba de risa con sus obras que ponían en ese impagable programa de TVE, Estudio 1.
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Por eso, al conocer la existencia de sus memorias, tituladas, así, Mis memorias, no pude evitar comprarlas y leerla en un par de días entre carcajadas y buenos recuerdos. El teatro del absurdo, el humor inteligente y limpio que se percibe en su obra y en estas memorias son impagables en unos tiempos zafios en los que no se valoran estas cosas.
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Por eso me parece un magnífico ejercicio de humildad y buen gusto, el leer este libro editado por Temas de hoy en 2003. En el capítulo dedicado a la Codorniz, en el tono absurdo y genial, pero conteniendo grandes verdades de fondo incluye este comentario sobre el Humor:
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"El humor es un capricho, un lujo, una pluma de perdiz que se pone uno en el sombrero, un modo de pasar el tiempo. El humor verdadero no se propone enseñar o corregir, porque no es esta su misión. Lo único que pretende el humor es que, por un instante, nos salgamos de nosotros mismos, nos marchemos de puntillas a unos veinte metros y nos demos una vuelta a nuestro alrededor contemplándonos por un lado y por otro, por detrás y por delante, como ante los tres espejos de una sastrería y descubramos nuevos rasgos y perfiles que no nos conocíamos. El humor es verle la trampa a todo, darse cuenta de por donde cojean las cosas, comprender que todo tiene un revés, que todas las coas pueden ser de otra manera, sin querer por ello que dejen de ser tal como son, porque esto es pecado y pedantería. El humorismo es lo más limpio de intenciones, el juego más inofensivo, lo mejor para para las tardes. Es como un sueño inverosímil que al final se ve realizado".

sábado, 21 de septiembre de 2013

Donde dejé mi alma de Jérôme Ferrari

Tuve conocimiento de esta novela gracias a una crítica publicada en Suma cultural. e inmediatamente sentí deseos de leer esa novela que trata de una época y un conflicto que siempre me han llenado de curiosidad, la Guerra de Argelia que culminó con la independencia de ese país en 1962.
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Jérôme Ferrari es un joven (45 años...) novelista francés que ganó el Premio Goncourt el pasado año. Escribió esta novela titulada Donde dejé mi alma, en 2010 y ha sido traída al público español por la pequeña editorial Demipage.
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La novela es excepcional. Sitúa la acción en 1957 en Argelia con constantes regresiones a la Francia de 1944 y a la Indochina de 1954 e incluso a un indeterminado momento contemporáneo cercano al final de los 1990s. Dos oficiales del Ejercito francés están inmersos en la guerra sucia que las fuerzas francesas libraron de 1956 a 1962 en Argelia provocando una terrible fractura social en ese país y huellas, silenciadas y ocultas de manera vergonzante durante décadas en la metrópoli. Este libro no es de aventuras, ni es una historia bélica. Es el retrato preciso, cruel, durísimo, de las conciencias de los hombres que llevaron a Francia a la derrota en Dien Bien Phu, en Argelia y en su propio territorio en 1940. El reflejo de la derrota moral y de la tragedia que estas circunstancias dejaron en sus protagonistas.
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Ferrari disecciona el alma de soldado que se revela contra los procedimientos, que procura mantener, a través de una lejana familia, vínculos con la verdad y la belleza que le mantienen vivo y despierto en un ambiente sórdido de mugre sangre y desesperación, de tortura y muerte y de derrota moral.
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Donde dejé mi alma es una magnífica novela que no le dejará indiferente y que le ayudará a entender las tragedias morales de los militares sometidos a presión psíquica y, sobre todo, a entender lo vulnerable del hombre cuando se le sitúa en los límites entre la humanidad y la bestialidad.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

La guerra de Argelia de Jules Roy

Este libro breve llegó a mis manos por avatares no previstos y se quedó en las estanterías entre otros muchos y por ello no estaba en las primeras posiciones de la larguísima lista de libros pendientes. Pero lo tomé y no lo solté hasta hoy. Jules Roy, su autor fue un Coronel del Ejército del Aire francés nacido en Argelia en una familia de colonos con más de un siglo de presencia en el norte de África.
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La guerra de Argelia fue escrito en 1960 y editado en su versión española por Seix Barral en 1961. El libro es sugerente y original. La visión de Roy sobre el conflicto se alinea en contra de la política francesa en Argelia y de las muertes y torturas sistemáticas que las fuerzas galas llevaron a cabo en ese país magrebí, joya del Imperio francés durante más de un siglo y hogar de más de un millón de franceses europeos emigrados o nacidos allí, los conocidos como pied noir.
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Tiene este libro la virtud de haber sido escrito dos años antes de la independencia por lo que las opiniones de su autor vista en perspectiva histórica adquieren un especial valor teniendo en cuenta de que buscaba lugares de entendimiento para su ideal de una Argelia multiconfesional y multirracial, sueño que, sabemos ahora, se convirtió en pesadilla 

sábado, 14 de septiembre de 2013

Ceuta. Africa española. España africana.

Diversos avatares de mi vida me llevaron a visitar Ceuta hace pocos días. La última vez que crucé el Estrecho fue hace cerca de quince años y lo que vi ahora me pareció totalmente diferente, una ciudad nueva, limpia, abierta, ordenada y llena de rincones agradables, magníficos edificios modernistas y, sobre todo, gente amable, servicial y encantadora. No era ese el recuerdo que tenía y me alegro de que la ciudad haya mejorado de esta forma.
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Pasear de día o de noche por la ciudad es una maravilla, ver cómo, con toda naturalidad, se entremezclan razas y religiones  generando un ambiente de confianza y buena vecindad incrementa esta sensación de sentirse como en casa.
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Sus bares y restaurantes ofrecen las peculiaridades de la cocina bereber mezclada con la andaluza. Su clima moderado por el mar e influenciado por las corrientes del Estrecho lo hacen muy agradable todo el año.
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Les recomiendo que visiten Ceuta, esta ciudad andaluza, europea, africana y profundamente española en la que, tras un corto viaje en barco desde Algeciras, disfrutarán de una experiencia única. Anímense.

martes, 3 de septiembre de 2013

Rumbo a Tartaria de Robert Kaplan

Robert D. Kaplan, periodista norteamericano, residente en Europa, viajero infatigable, amante de la historia y observador privilegiado es actualmente uno de los mejores escritores de viajes. He leído casi toda su obra publicada en español en la que narra sus viajes, siempre en tren o autobús, contando lo que ve y lo que le cuentan aquellos con quienes habla, muchas veces periodistas, diplomáticos, intelectuales, políticos o simples taxistas. Todo lo que ve lo engarza con maestría y tino con la historia, antigua o reciente, del lugar por lo que son siempre una fuente de información e inspiración de gran importancia.
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Entre sus libros, Rumbo a Tartaria, ocupa un puesto muy especial desde que lo leí en junio de 2001. Este libro que lleva por subtitulo "Un viaje por los Balcanes, Oriente Próximo y el Caucaso", fue escrito en 1999, editado en EEUU en 2000, publicado por Ediciones B en español en marzo 2001, seis meses antes de que unos aviones se estrellaran en los EEUU y lo cambiaran todo. En esta circunstancia casual radica parte de lo original y perspicaz de su visión que ahora, en vísperas de que Occidente se vuelva a equivocar en Siria, adquiere toda la actualidad.
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Por eso he vuelto a releer los capítulos dedicados a Líbano y a una Siria en la que gobernaba Hafez El Assad, padre de Bashar, actual presidente sirio. De este capítulo destaco unas frases que doce años después, como auténticas premoniciones, no tienen desperdicio para entender la actualidad.
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"Había pocos árboles y espacios verdes, pero muchas mezquitas nuevas: con ellas el presidente alauita intentaba aplacar a los fundamentalistas sunnitas a quienes había aplastado a principios de la década de 1980" (pág 153).
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"La clase media de la ciudad [Alepo] se está extinguiendo lentamente, pues mientras las clases inferiores caen en la pobreza, las capas superiores, gracias a sus contactos con el régimen, se enriquecen cada vez más" (pág. 157).
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"Siria no tiene realmente una clase intelectual de la que puedan salir personas que actúen como disidentes o figuras de una transición" (pág. 164).
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"(...) si te dejabas una moneda en un puesto (...) corrían tras de ti para entregártela. La sociedad árabe era un enigma: entre ellos y en la privacidad de sus hogares reinaba la honradez, el civismo, la limpieza, pero ninguno de esos atributos afloraba en la vida y los espacios públicos" (pág. 172).
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"Damasco era más religiosa que en los años setenta y ochenta, a un mismo tiempo más degradada y más rica, con las clases sociales más distanciadas entre sí, como las ciudades de Occidente. Al ver las omnipresentes antenas parabólicas, se podría afirmar que la gente era más consciente de la situación política" (pág. 174).