lunes, 22 de agosto de 2011

Impresiones de la Jornada Mundial de la Juventud 2011

Cansancio y calor. Lluvia y viento. Aglomeraciones y esperas. Sueño y madrugones. Caminatas y polvo. También música, bailes, risas, banderas, palmas y jóvenes de todas las edades. Todo esto ha sido lo externo, lo superficial, el paisaje sobre el que se levantaba algo grande, algo importante. Lo verdaderamente importante ha sido un acontecimiento interior, trascendente, íntimo pero vivido en Comunidad. La noticia de que no estamos solos, de que seguir a Cristo merece la pena.
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Ha habido también momentos desagradables propiciados por una minoría de indeseables totalitarios y anticuados que no admiten las diferencias dentro de su pequeño, ridículo y pestilente mundo. No merecen mayores comentarios, salvo que la prensa sigue llamándoles "laicos". Y yo les digo No. Laico soy yo, por ejemplo, ellos son otra cosa.
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Lo que queda y permanecerá toda la vida son momentos únicos que se viven sólo una vez en la vida, como ver al Cristo de Mena por las calles de Madrid con su escolta legionaria, como ver banderas de todo el mundo portadas por miles y miles de personas sonrientes que no sólo no crearon ningún problema sino que contagiaron sus ganas de vivir con alegría y plenitud a todo Madrid, a toda España y a todo el Mundo.
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Pero quizás sean los minutos en los que el S. S. el Papa Benedicto XVI oró ante el Santísimo expuesto en la Custodia de Arfe junto con millón y medio de personas empapadas de agua en un ensordecedor silencio, en un silencio que anunciaba la presencia real de Dios en la Eucaristía
, y esa, no lo duden, es la mejor noticia.

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