miércoles, 11 de mayo de 2011

La corrupción de la democracia y el robo de la soberanía

Nuestras modernas y complejas sociedades no pueden gestionarse ni gobernarse de forma directa. Los habitantes de las ciudades, regiones o países no pueden, por pura imposibilidad física e instrumental, ejercer la siempre deseable democracia directa, sólo practicada en algunas pequeñas áreas de Suiza que continúan, siglo tras siglo, con un sistema que les ha hecho (más o menos) libres.
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Para poder controlar todos los aspectos importantes de la vida social y ejercer el poder sobre el conjunto, las sociedades deben delegar en unos representantes que, en número adecuado y reunidos en asamblea, garanticen la representatividad de todos y faciliten la toma de decisiones en beneficio del conjunto de la sociedad.
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Los diferentes sistemas de representación que se han establecido, con múltiples variantes, han mostrado soluciones también diferentes y con diverso grado de éxito. La mayoría de ellos, a partir de mediados del siglo XX, están basados en el sufragio universal. Algunos han sido respetuosos, y continúan siéndolo, con la voluntad mayoritaria, como el sistema uninominal británico, otros, en cambio, no tanto. Pero si la voluntad popular es, digamos en flagrante simplificación, la suma de las voluntades de todos, algunos sistemas, supuestamente democráticos, presentan una seria merma de la idea primigenia y fundacional de la democracia. Estos malos sistemas, entre los que se encuentra, tristemente, el español, lo son por haber corrompido la esencia de la representatividad y haber dejado la soberanía nacional en manos de los partidos políticos, abandonándola así a la voluntad de oligarquías, verdaderos clubes privados, que manejan la soberanía popular a su antojo secuestrando nuestra voluntad mediante la farsa de unas elecciones en las que nos han hecho creer que la introducción de un papel en una urna respeta nuestra opinión y garantiza nuestro futuro.
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Es precisa una solución que recupere la soberanía para los ciudadanos en la certeza de que es más fiable, democrático y fiel a la verdadera voluntad nacional el resultado de un sorteo entre los mayores de edad que no tengan sus derechos legalmente limitados. Exactamente como se hacía en la antigua Atenas, ni más ni menos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Curiosa coincidencia de su reflexión -que suscribo en su integridad- con el surgimiento del movimiento "Democracia Real ya". No sé cómo acabará esta expresión de enfado colectivo, pérdida de confianza en las instituciones, desesperanza y anhelos de cambiar las cosas.
Pero escuchando algunas tertulias y entrevistas radiofónicas y leyendo artículos de prensa, además de escuchar declaraciones de dirigentes políticos, se llega a la conclusión de que una buena parte del "establishsment" político-periodístico-empresarial-académico no está entendiendo nada (o lo está entendiendo demasiado bien y se están blindado), pero duele el predominio de comentarios de desprecio y descalificación hacia estas protestas, con frecuencia desde actitudes de infinita arrogancia, petulancia y soberbia.
No estaría de más que le diesen un vistazo a la historia de la humanidad (en el optimista supuesto de que la mayoría de políticos, sociólogos, opinadores, tertulianos y demás fauna mediática, tuviesen un poquito de cultura histórica), pero ojo con los enfados colectivos tomados a broma por sus destinatarios...sino que se lo pregunten al rey Carlos I de Inglaterra, a Luis XVI de Francia, a Jorge III del Reino Unido...
La oligarquía partitocrática que padecemos en España ha convertido la democracia en una farsa, en una verdadera estafa. Y de las finanzas internacionales y los "mercados" (de los que se habla con si se tratasen de fuerzas de la naturaleza al margen del control humano), pues otro tema que daría mucho de analizar.
Pedro